lunes, 18 de julio de 2011

-Tú sólo tienes dos obligaciones: estudiar, y mantener la habitación arreglada. Y ninguna de las dos las haces.
+¿Sólo dos? Mamá, te equivocas. Tengo múltiples de obligaciones: estudiar y mi habitación, vale. Tengo que buscar un amor que supuestamente anda tan tranquilo por el mundo y se esconde, porque supuestamente jugamos al "escondite"; tengo que seguir eso que llaman "mis sueños", los cuáles no veo aún por ninguna parte; tengo que cuidar de mis amigas y despedirme de otras tantas, que al parecer, después de tanto tiempo unidas, no son buenas para mí. Tengo que aparentar felicidad cuándo, realmente, sólo quiero llorar en los brazos de alguien; tengo que tener contenta a mi madre porque si no, dejaré de ser la hija que tanto quiso. Tengo que abstenerme de las tentaciones del tabaco y el alcohol, cosa que, por cierto, no ha salido muy bien. Tengo que aprender de la vida, adivinar cuando debo de apartar el orgullo; tengo que preocuparme por aquellos a los que quiero porque me necesitan en cada momento de su vida. Tengo que recorre un largo camino por las "baldosas amarillas" de la adolescencia. Tengo que llevar compresas a todos lado porque la jodida regla me acosa allá donde voy; según los médicos, tengo que olvidar el pasado, vivir el presente y esperar un futuro mejor, el cual no llega. Tengo que saber lo que está bien y lo que está mal. Tengo que estudiar, cosa que no me gusta, para ser alguien en este mundo de hipocresía...
-Está bien, para. Y con eso, ¿a dónde llegas?
+Ni zorra, al parecer hay algo superior llamado "felicidad".

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