martes, 17 de abril de 2012

Ella era esa chica feliz, una de esas personas que siempre visten una sonrisa. Su pelo era largo y brillante, sus ojos azules brillaban día sí, y día también. Tenía sus propio hobbies: le gustaba pasear por la ciudad con su cigarro y su libro preferido, ¡sí, le gustaba leer! Le apasionaba la música, cualquier estilo, siempre llevaba los auriculares puestos y andaba al compás de la música. Tenía planes de futuro, quería casarse con aquel que la quisiera y tener hijos, dos, tres... todos eran bienvenidos. Pero un día, como otro cualquiera, todo cambió. El maldito espejo se hizo con su mente, hasta llegar a un punto de obsesión. Rompió todos los espejos de su casa para no tener que ver su "horrible" imagen, pues ella no se daba cuenta de que lo que veía en el espejo no era más que una imagen fea y distorsionada de su real figura. Dejó de lado sus aficiones para centrarse en lo que ahora creía que le hacía feliz, eso que los médicos llaman "anorexia". Su hermoso cabello comenzó a debilitarse, al igual que ella. Ya no sentía motivación por nada, sus ojos se mostraban cansados y su sonrisa se había esfumado, como si una ráfaga de viento se la hubiese llevado muy lejos. Sus padres se preocupaban, y se preguntaban dónde estaba aquella hija tan alegre, con tanta energía, que hacía mucho que no pasaba por allí... 
Al cabo de unos meses, tuvo que acudir al hospital, después de tanto tiempo con aquella obsesión, su cuerpo pidió descansar, descansar para siempre, y así lo hizo. El espejo obtuvo la victoria y se encaminó a por su siguiente víctima...