domingo, 14 de agosto de 2011

Los sueños, sueños son.

Todos tenemos sueños. Y no hablo de esas películas nocturnas que nos hacen flotar por encima de la felicidad o llorar de terror, hablo de ese sentimiento de querer algo, ya no imposible, sino, posiblemente improbable. Lo típico de querer vivir lejos, en algún lugar especial, con alguien especial, el querer ser famoso y tener éxito en la vida. Ya sabéis, esas cosas que nos hacen sentir felices. Pero, ¿está mal eso de soñar? Quiero decir, imaginar cosas de las que no estamos seguros si se harán realidad, ¿está bien? Porque, imaginamos, nos adentramos en un mundo fantástico donde todo está bien, donde nadie puede controlar tus emociones... Pero entonces, ¡poof! despiertas y nada de eso es real. ¿Estamos mintiendo? ¿Nos mentimos a nosotros mismos? Sí, soñar es gratis y blah blah, pero luego ciertos sueños, ciertas ilusiones nunca llegan y te sientes realmente mal... ¿Debería replantearme mis sueños? Debería perseguirlos? ¿Que debo hacer? Si los dejo atrás, ¿me arrepentiré? ¿Me sorprenderé con el tiempo al ver que se han cumplido? Y si los persigo, ¿se harán realidad? 

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