sábado, 20 de noviembre de 2010

Toma mis órganos vitales. Todos. El corazón, los pulmones, los riñones, el hígado maltratado, el páncreas enfermo. Mis tripas. Hasta el cerebro. Sobre todo el cerebro inflamado, que es donde yo creo que está el alma. Si es que tenemos de eso.
Todos. Ahí los tienes. Encima de la mesa. En el medio del tapete. 
No tengo nada más que jugarme en esta partida que se agota. Sé que se agota.
Pero dices mirándome como si leyeses a través de mi. Dices entrecerrado y agónico "trae aquí, ven, desnúdate, quítate también la piel". El órgano más grande del cuerpo humano.
Dices. Con una sola palabra. Creo que dices.
Dame todo eso. 
Mantengo la mirada fija en la tuya. Animal. 
Animales los dos. 
Supongo que quieres también mis ojos encima de la mesa. En bandeja. Como la iconografía gore de Santa Lucía.
Qué más da donde los tenga, hace tiempo que estoy ciega. Las señales indican catástrofe y yo sigo quitándome la ropa en este strip-poker sin naipes.
Tómalo todo. Ahí lo tienes. Cuídalo. Es lo único de verdad mío.
No sé para qué lo necesitas. Qué piensas hacer con ello. Pero tómalo.
Pides. Toma. 
Quieres. Toma.
Yo no podría con tanta responsabilidad.
No tengo la seguridad. Todavía no sé si podría cuidar cada uno de tus órganos vitales. Si sé hacerlo.
Lo único que queria era averiguar qué demonios me pasa. Contigo.
Aunque veas un tapete y aunque esto, como todo, sea un juego, no olvides nunca que lo que hay ahí encima es de verdad. Es todo lo que soy. Eso que late expuesto soy yo. 
Así que por favor, cuando te canses de jugar con mi corazón, mi cabeza, mi piel, mis ojos, mi sonrisa y todo lo demás con lo que juegues. Devuélvemelos funcionando. 
Si vas a herirme que no sea de muerte. Devuélvemelo todo. Yo me encargo de curarme. De cicatrizar. Sé hacer eso, lo he hecho antes.
Pero preferiría, puestos a pedir, que no doliese.
Ten cuidado.
Por favor.

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