martes, 2 de noviembre de 2010

De pequeñitas nos sentábamos horas y horas frente al televisor deseando ver el increíble beso con el que se despierta la bella durmiente, o el esperado momento en que la cenicienta se convierte en princesa y se casa. Nos parecía todo precioso y de color de rosa, soñábamos con hacernos mayores y vivir algo así. Imaginábamos como sería nuestro castillo y el bonito romance que viviríamos con el que sería nuestro príncipe azul. Estábamos ilusionadas con todo eso, hasta que por fin crecimos un poco, la vida nos dio alguna que otra primera lección y dejamos de ser tan inocentes e ignorantes, continuamos fantaseando, pero quizá ya no de la misma manera. Fue entonces cuando comenzamos a oír afirmaciones como “eso sólo ocurre en las películas”, cuando la gente más cercana te alertaba de que los príncipes azules no existían, cuando comenzaron a arrebatarte el derecho de soñar, y cuando te convenciste de que sí, realmente, eso sólo ocurría en las películas. Y tuvo que pasar poco tiempo para que unas pocas experiencias de la vida te lo confirmaran. Nos creímos que ya erámos un poco más adultas, pues definitivamente dejamos a un lado ese pequeño gran deseo que nos movía por dentro desde pequeñas. Y a partir de entonces vivimos con un sueño menos por el que luchar.

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