Cierto día, en la calurosa sabana, un león muy grande por fuera pero tan temeroso por dentro, salió en busca de algo de comer, pero cada paso que daba, dos que retrocedía. Siempre pensaba que alguien le acechaba y nunca salía de su pequeño escondite para que ningún animal más poderoso que él le atacara; pero lo que no sabí el pobre león era que el más poderoso era él.
Al despertarse un día, se dio cuenta de que no había nadie a su alrededor, asi que, corrió tanto como pudo para coger algo de comida. De vuelta a casa un tigre blanco, con unos pequeños ojos azules y unos colmillos que quitaban el sueño a cualquiera, se acercó a él. El león no sabía que hacer, temía por su vida, ¿quería la comida? ¿o su comida era él? El tigre se acercó y le dijo con una voz clara y firme: "león, ¿que haces que nunca sales de tu escondite? ¿acaso no eres tú el rey de la sabana?" El león lo miró extrañado y titubeante le respondió: "¿yo? Yo no puedo ser el rey de nada, a mi nadie me quiere, nadie me adora. Sólo soy un león, como cualquier otro animal. El tigre reia a carcajadas. "No león, no. Tú eres especial, como cada uno de nosotros, pero por alguna razón alguien pensó que tu podrias ser el líder, y creeme, todos te adoran, incluso te temen".
Ese día el león consiguió hablar con los demás animales y se dió cuenta de que no importaba su tamaño, su melena o su grave rugido; importaba que él fuera capaz de exponerse a los demás, de creer en sí mismo, de luchar por lo que queria.
Tú puedes ser ese león.
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