jueves, 22 de noviembre de 2012

Cuando vio su sonrisa al otro lado de ese camino, se le iluminó la cara, comenzaron a brillarle los ojos y su sonrisa dejaba ver incluso las muelas del juicio que todavía no tenía. Ambos corrieron hasta llegar a los brazos del otro y se abrazaron fuertemente, sin dejar pasar el aire de ninguna manera; entonces, se miraron a los ojos y el tiempo se detuvo. Quedaron petrificados. En ese momento, para ellos no había ni un alma en este mundo de locos, nadie, mas que ellos; y se fundieron en un cálido beso que los hizo eternos para siempre.

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