No sé vosotras, pero el tiempo que paso en la cama justo antes de
dormirme siempreha sido de reflexión. Solía funcionar de esta
manera: me acostaba pensando en todaslas cosas espantosas que
había hecho, empezando desde el parvulario, y me flagelaba por todas y
cada una de ellas. De hecho, algunas veces me sentía tan mal conmigo
misma que no podía conciliar el sueño durante horas, porque una cosa
me llevaba aotra y, en el momento en que me sentía lo suficientemente
exhausta como paraquedarme dormida, había llegado la hora de
levantarme. No hace falta decir que ésosno eran mis mejores días. Creo
que he encontrado una manera mejor de lidiar con este tiempo de
reflexión.Pienso en todas las cosas que he hecho bien en mi vida, como
todas esas veces en quehe puesto atención a mi cabrona interior, y las
veces en que me he salido de la espiraldel encanto tóxico. Me quedo
dormida con una sonrisa en el rostro. Y cuando medespierto por la
mañana, me siento poderosa.Pensé que sería bueno compartir esto
con vosotras.
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